España forma a sus jóvenes científicos pero les cierra las puertas con un sistema que no les ofrece ni medios ni oportunidades ni futuro. Lo que, por calidad formativa y talento humano, debería ser una potencia científica ve como, año tras año, sus mejores profesionales noveles se marchan al extranjero. Julia, Albert e Isabella, tres jóvenes brillantes que decidieron continuar sus carreras fuera del país, son el reflejo de la fuga de cerebros, un problema que se repite generación tras generación y para lo que no se ha encontrado solución pese a que ha sido utilizado políticamente por partidos de reciente creación, como Podemos.