11 de septiembre de 2024

Las ideas de la libertad

 El liberalismo no es, solo, la defensa de la idea metafísica del "individuo políticamente soberano", que no existe ni puede existir. El liberalismo no es, solamente, la defensa del "mercado", en sentido unívoco, como Dios bajado a la Tierra que provee a los "individuos políticamente soberanos" de los manantiales de la riqueza y de la prosperidad material a través del ejercicio de su egoísmo libre y sin coacciones. Es decir, la libertad negativa, pasiva, que solo tiene que "actuar" sin trabas mientras Dios (el "mercado") provee. 


El liberalismo no es, únicamente, la mercantilización en acto o en potencia de todo elemento y fenómeno material que quepa dentro de la estructura económico-política que ha logrado levantar. Ni tampoco es, exclusivamente, la universalización de todo esto mediante la democracia plutocrática que lo caracteriza, en que ya no es "un hombre, un voto", sino "un dólar, un voto" lo que asienta las bases de la capacidad de construcción de grupos identitarios efímeros, volátiles, sin ningún asidero tradicional, preliberal. Asídero que convierte en mercancía mediante el trabajo explotado.


El liberalismo es, ante todo, y partiendo de todo lo ya dicho, la única ideología cuyo leit motiv real es destruir cualquier forma, más o menos articulada, más o menos estructurada doctrinalmente, de visión trascendental de lo colectivo. Incluso el ateísmo marxista, con su horizonte comunista liberador de la esclavitud colectiva de los obreros, defiende una idea que tiene altas dosis de trascendentalidad. De ahí que Marx hablara del comunismo como del "verdadero inicio de la historia de la Humanidad".


El liberalismo es la oposición radical a toda forma de trascendentalidad. Y mediante un mecanismo muy simple: mercantilizándola, subordinándola a una reanimalización de la persona reducida a individuo, a unidad lógico-formal de la especie humana que "actúa" persiguiendo unos fines mediante unos medios que considera "útiles" para satisfacer sus necesidades vitales (comer, beber, aparearse, tener ocio), y a eso el liberalismo lo llama "libertad". En su vertiente más soportable el liberalismo se convierte en socialdemocracia, o social-liberalismo, que mediante un determinado colchón estatal evita que la Polis se convierta en un puñado de hordas que luchan por su existencia vital. 


Pero, realmente, la socialdemocracia, en tanto que liberalismo camuflado de "justicia social", solo tolera que los sujetos se unan en hordas efímeras, subculturales, sociológicas, mientras el Estado minorizado cuyo cometido estriba solo en detener a los disidentes, militarizar la represión social y, si acaso, intervenir para impedir el colapso del capitalismo, realiza dichas tareas. Por eso, el Estado gendarme liberal solo tolerará las "izquierdas" y las "derechas" que no pongan jamás en duda dicha anulación de la trascendentalidad mediante su conversión en mercancías.


"Las ideas de la libertad" no son más que las ideas de la destrucción de toda idea de trascendencia, terrena o "extraterrena", mediante la instauración de un perpetuo enfrentamiento de hordas humanas (tribus urbanas, ideológicas, sociológicas, estéticas, éticas, etc.) bajo su atenta mirada como Dios mercado bajado a la Tierra mientras el Estado mínimo que Hobbes teorizó en el Leviatán vigila que dichas hordas no rebasen su estadio controlado política, económica y tecnocientíficamente de "individuos políticamente soberanos". Esto es, alejados de cualquier construcción comunitaria con idea de trascender sus limitaciones impuestas en la Modernidad que sufrimos. En realidad, las "ideas de la libertad" son las ideas de la esclavitud moderna.

Fuente: Santiago Armesilla