Another Brick In The Wall, by Pink Floyd
Me estáis preparando psicológicamente para que pierda la vocación, para el día en que llegue ese momento y vaya al trabajo con mirada de desprecio y con caminar tedioso. Me repetís todo el tiempo que llego ilusionada porque soy joven, pero que con los años ya me iré dando cuenta de que no hay nada que hacer por esas bestias. ¿Os escucháis hablar?
Miro a los alumnos a los ojos y su mirada todavía es luminosa, aún brilla. Es como si hubiese una distancia de años luz entre su mirada adolescente y la vuestra “adulta”. Reciben diariamente lecciones de profesores desmotivados que, por tanto, y entrando en un círculo vicioso, no los motivan. Y entonces llegan la distracción en el aula y la falta de interés. Y, finalmente, suspensos que se contagian como en plena pandemia intelectual. Lo fácil, por supuesto, es llegar a la sala de profesores lamentándose de lo espantosamente mal que lo están haciendo los alumnos. Porque someterse a un examen interno estrictamente sincero llevaría a la inevitable conclusión de que sois pésimos educadores, pésimos maestros y, por último, seres humanos verdaderamente crueles.
No os dais cuenta de que muchas de las decisiones de las que esos muchachos tomen en un futuro dependerán de cómo haya sido su experiencia en la enseñanza desde el lado del pupitre. Que vuestro interés será el suyo. Que no hay seres más perceptivos en este mundo que los niños y los adolescentes. Y si no perciben nada, nada será lo que os den. Me parece una ley justa. No os dais cuenta, al fin y al cabo, de que estáis creando víctimas que tendrán graves problemas para pisar fuerte en la vida. Y todo ¿por qué? Porque no prestáis atención a cada uno, porque no conocéis de verdad sus carencias, porque nunca les destacáis como es debido sus virtudes, porque ahora sois meros funcionarios que tienen la humanidad guardada en la fotos de juventud, esa en la que decís que erais como yo. Porque sois tan egoístas que lo único que os importa es figurar para cobrar a fin de mes sin pensar por un instante qué será de la vida de esos niños. Vosotros no les vais a salvar.
No os atreváis a decir que es una vergüenza lo poco que saben los muchachos a día de hoy, o que teméis que de ellos dependa el futuro. De lo que de corazón debéis sentir vergüenza es de que vosotros, seres miserables, hayáis convertido a nuestros jóvenes en seres sin pasiones ni ambición por mejorar. La vida, con su justicia poética, hará que en el futuro dependáis de un gobernante que os mate de hambre… no por mala intención, sino por ignorancia. Y entonces, sólo entonces el mundo habrá quedado en paz.
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