* Texto extraido de la revista Historia de National Geographic numero 5
3 de diciembre de 2010
El hombre que iluminó el mundo
Cuentan los textos budistas que en cierta ocasión una pobre mujer que había perdido a su único hijo se acercó al Buda con la esperanza de que este obrase un milagro y resucitase al niño. El Buda no se negó a ello, y a tal efecto le pidió en primer lugar que fuese a la ciudad y le trajese un puñado de semillas de mostaza de una casa en la que no hubiese muerto nadie. La mujer hizo como se le había encomendado, pero no halló hogar alguno que no tuviese un muerto que llorar. De repente, la mujer se dio cuenta de la ineluctabilidad de la muerte y de la futilidad de un pequeño milagro para superar el dolor que comporta la existencia. Este incidente ilustra a la perfección algunos de los rasgos más sobresalientes del Buda, como sería conocido Siddharta Gautama: compasión, sentido común, pragmatismo, aversión hacia los milagros y, sobre todo, esa capacidad para enseñar que no consistía en enunciar simplemente una respuesta, sino en ayudar a la persona a descubrir la verdad por sí misma.