Analizar es condenar.
Me pregunto a mí mismo:
¿Por qué deseas hacer eso?
La pregunta es malévola,
busca motivos
ya prejuzgados.
Cuestionar mis motivos
me lleva a frustrar
el deseo que tenía.
Sería más sano aceptar mis deseos,
descubrir su dirección, aclararlos, no juzgarlos.